El socio no es un negocio

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En 1973 el socio mandaba en el club, cincuenta años después el socio es una figura decorativa a la hora de tomar decisiones.

Ya tenemos la campaña de socios del Nàstic cara al próximo ejercicio y digamos que no se han roto la cabeza para idear un plan original, rompedor y novedoso para atraer nuevos abonados y eso que el departamento de márquetin dispone de casi medio millón de euros de presupuesto. Ni un vídeo, solamente una cartulina hecha a corre prisa. Los precios se mantienen sin ninguna oferta especial (lo de no pagar para ver a la Pobla era de libro) y ni un detalle para las renovaciones: un llavero, una bufanda, un calendario...

De los 6.700 socios que la SAD presumía la pasada temporada tan solo unos 3.500 disponen de nombre y apellido y el resto vienen de los regalos por traer un nuevo abonado, por jugar en el futbol base o por ser empresa colaboradora. El banderín de enganche social funcionará siempre que el equipo de futbol ayude con su juego y con los resultados.

En los antiguos clubes de futbol el socio era la piedra angular sobre la que se sustentaba el modelo social, deportivo y económico. Hoy en las SAD los dueños manejan a su antojo y los socios se han convertido en sus súbditos,  en parte de un negocio que funciona sabiendo que el currante sacará el carnet por el amor a unos colores y a un escudo no por el servicio prestado desde el club donde algunos lo único que hacen es defender su sueldo a final de mes. El derecho de pernada moderno.

El futbol ha perdido romanticismo, sentimiento, afecto, ternura, amor y se ha convertido en un negocio globalizado del que tienen que comer federaciones, agentes, jugadores y directores deportivos. Sigo pensando que la 1ª División de la RFEF es una categoría con mucho nivel futbolístico pero una ruina que a la larga se llevará a muchos clubes por delante. 

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