martes, 20 de febrero de 2018

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A veces es preferible un aficionado bueno que cien malos.

Hoy vivimos un triste día para la familia grana, el cáncer nos arrebató al joven y prometedor periodista de Onda Cero, Joan Castells (una persona maravillosa y llena de vida, qué sarcasmo) y a Ignasi Rojas Vazco exjugador del Nàstic con el que disputó 161 partidos y marcó 33 goles, uno de ellos el último en la antigua Avenida de Catalunya. Rojas, un excelente delantero y una bellísima persona nos ha dejado a los 73 años en Hospitalet de l'Infant.

El desconsuelo deja paso a la reflexión. El pasado sábado frente al Real Zaragoza se volvieron a oír murmullos y muestras de desaprobación en la grada, no toda, pero si una parte de la afición grana pierde con facilidad los nervios y se pone de uñas con el equipo. Malo, este comportamiento no ayuda al equipo que precisa de sosiego, apoyo y sobre todo cariño.

El único valor añadido que tiene jugar en casa hoy en la Liga de Fútbol Profesional es la aportación que pueda hacer la grada, subir la temperatura, acelerar la pasión y darle alas a los once jugadores. En el fútbol actual ni los arbitrajes, ni los terrenos de juego, ni los rivales suelen ayudar porque todo está completamente regulado por la LFP. La afición de cada equipo no se puede controlar en la intensidad de cómo anime a los suyos.

Aquí no disponemos de Messi, Cristiano, Agüero o Grizman que puedan decantar un partido con una genialidad, equipos como el Nàstic han de luchar los noventa minutos para encontrar el gol y evitar encajarle. Por eso el papel de los aficionados y en especial las Penyes sea tan crucial. No soy quien para pedir a la grada nada, pero amigos aficionados, en general, tomen como ejemplo a ese centenar de seguidores fieles que son capaces de tragarse kilómetros, climatologías adversas y ubicaciones indignas en algunos campos. Ellos nunca desfallecen y siempre viven con la esperanza pegada al escudo.

Ganar en el Nou Estadi es una asignatura pendiente del equipo pero una parte de la afición con su nerviosismo e impaciencia tampoco ha colaborado a que los jugadores tengan la confianza y la autoestima suficientes para sentirse capaces de obtener la victoria. Ahí dejo mi recado.
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