martes, 18 de septiembre de 2018


Partido Nàstic-Reus, noviembre de 1962, 3-1, gol de Serer de penalti

Se acerca la fecha del derbi. El dia de la Festa Major de Tarragona (santa Tecla échanos una mano, o mejor el brazo) Reus y Nástic dirimen la primera entrega de las dos confrontaciones que nos depara la Liga 1,2,3. Será la vez numero cuarenta y cinco que los granates se desplacen los quince quilómetros que les separan de la capital del Baix Camp para la disputa de un encuentro de Liga.

No tengo ninguna duda de que la pasión, el arrebato, el frenesí, el entusiasmo y la vehemencia se vaciará en las gradas pero no llegará al césped. De los veintidós jugadores que salten al terreno de juego solamente uno es de la provincia, Fran Carbia. En el Nàstic ninguno futbolista ha vivido más de dos derbis. Este tipo de partidos han ido perdiendo calado, se han diluido las tensiones y las tiranteces sobre el césped.  Los únicos derbis que en el estado español mantienen toda la carga emocional entre quines lo ven y quienes los juegan se reducen  a los Sevilla-Betis, Oviedo Sporting y Atlético-Real, amén del enfrentamiento entre culés y merengues.

En los años veinte los duelos Reus-Nàstic y viceversa comportaban la presencia de más de una docena de jugadores de casa y partidos que echaban chispas. Las gradas siempre estaban al completo especialmente en l'Avinguda Catalunya y no era de extrañar que el encuentro no acabara once contra once.

La década de más enfrentamientos fue la de los sesenta. He escogido un partido al azar correspondiente a la Tercera División y jugado el 9 de septiembre de 1960 en el viejo estadio del Reus Deportivo ante cerca de 8.000 espectadores (la mitad de los que asistirán el domingo). El encuentro concluyó con empate a cero y entre los veintidós jugadores (no se permitían los cambios) habían quince futbolistas nacidos en la provincia; por el Reus, Padró, Epi, Benítez, Bultó, Benaiges, Alcalde, Celestino y Beltri; por el Nàstic, Juanito, Ramón Llobet, Calisto Llobet, Amador, Moya, Gelabert y Antó. Por cierto el club tarraconense exigió árbitro neutral por no fiarse de los adscritos al colegio Catalán, y pitó Peiró del comité aragonés y lo hizo muy bien, según las crónicas.

Por aquel entonces la pasión entre los aficionados se desbordaba en las redes sociales del momento, o sea las tertulias de los cafés, bares, cafeterías y billares extendidos por ambas poblaciones. Añoro aquellos derbis cargados de cafeína, del humo de los habanos y del olor a linimento que se esparcía por los primeros escalones de los graderíos.

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