viernes, 22 de mayo de 2020

Juan Gardeazábal: Su Majestad El Arbitraje | Cuadernos de Fútbol

Juan Gardeazabal fue uno de los mejores árbitros españoles década de los sesenta.

Después de 800 entradas en el blog ya tocaba dedicarles un texto a los árbitros. Les confieso que de siempre he sentido debilidad por los colegiados y cuando con seis o siete años iba a l’Avinguda Catalunya a ver al Nàstic en Tercera División me daban cierta pena cuando eran insultados y vejados.

Recuerdo aquellos señores vestidos de negro corriendo y procurando hacerse respetar, eran los Pérez Moreno, Espanyol Viñas, Sierra Charles o Franco Martínez culpable indirecto de que a los árbitros se les empezara a conocer por sus dos apellidos.

Situémonos en 1969, el colegiado murciano Franco logra el ascenso a Primera División y llevando el mismo apellido que el dictador podía provocar situaciones incómodas para el régimen como cánticos ofensivos en las gradas o titulares de doble sentido en los diarios; para evitarlo desde el gobierno franquista se ordenó qué a partir de entonces, a los árbitros se les conociera por los dos apellidos y a Franco le añadieron el Martínez.

Por qué una persona se apunta para dirigir encuentros de futbol, pienso que existen tres motivos: vocación, tradición o profesión

En los inicios del futbol los partidos los dirigía un directivo de uno de los dos equipos contendientes previamente consensuado. A partir de 1915 al constituirse el Colegio de Árbitros serían los miembros inscritos quienes se encargarían de la dirección de los encuentros.

Hasta 1936 los insultos, amenazas, agresiones e incluso el arreglo de partidos era un hecho bastante normalizado en un futbol muy visceral, agresivo y con escasa educación y cultura en las gradas.

A partir de 1940 una vez purgados los árbitros rojos por el gobierno franquista (más de una veintena), las agresiones disminuyeron por el estricto control de la Policía Armada y la Guardia Civil, pero el nivel técnico, formativo y educativo de los colegiados seguía con un perfil bajo. Eran individuos a veces bajitos, gorditos, inseguros y al final de la treintena.

Durante la década de los cincuenta y sesenta se seguía en la mediocridad y muchos ascensos y descensos eran por compromiso de los directivos de los colegios. Eso sí algunos sobresalían como Escartín, Gardeazabal, Zariquiegui, Ortiz de Mendívil.

El escenario arbitral comenzó a mejorar a mitad de los años setenta, pero el gran cambio se produjo a raíz de un escándalo aireado en 1974 por el asturiano Medina Iglesias y que desmanteló una red de colegiados de Primera y Segunda División que intentaban amañar partidos: Antonio Camacho, Rigo Saureda y López Samper de inmediato fueron apartados de la actividad, así como otros cuatro colegiados de Segunda División.

La depuración siguió un par de temporadas y en la década de los ochenta el colectivo mejoró y rejuveneció, aumentó el grado de exigencia en las pruebas físicas y la mayoría disponían de un grado de estudios medio o eran licenciados y muchos tenían profesiones liberales. Médicos, abogados, economistas, empresarios y hasta algún militar ejercían entonces de árbitros de Primera y Segunda División.

En la década de los noventa primó más la calidad y el nivel subió como la espuma. El perfeccionamiento fue en aumento y ya en el siglo XXI los árbitros adquirieron un estatus profesional que les alejó de cualquier sospecha. Ahora la tripleta está mejor compenetrada, existe más entrenamiento y el pinganillo y el VAR han sido una ayuda extra.

Con los años tuve oportunidad de conocer a colegiados como Jaume Oliva Fortuny, Molina Segovia, Sáez Dahn o Bueno Grimal que me permitieron ver como eran en su actividad profesional por dentro y me confesaron cantidad de anécdotas.

Una vez me explicaron qué estando José Plaza de presidente de los árbitros, llamó a cierto colegiado que tenía que pitar al Madrid y le dejó caer, ‘fulano vigila que a Amancio le hacen muchos penaltis y a veces no se ven bien’.

Y para acabar les voy a dejar un listado de colegiados que permanecen en la memoria de los aficionados del Nàstic por sus malos arbitrajes en partidos concretos.

En 1947, semifinal de Copa ante el Espanyol en Avinguda Cayalunya (1-0), eliminado el Nàstic, anuló un gol a los locales a falta de cinco minutos el árbitro Enrique Tamarit Falaguera, valenciano.

En 1956, partido final para el ascenso a Segunda División en Vallecas, el Rayo ganó 5-2 al Nàstic, arbitró Francisco Bienzobas, guipuzcoano que expulsó a dos jugadores granas.

En 1960, el Nàstic perdió 0-1 frente al Olot, el colegiado aragonés Ricardo Canera tardó tres horas en poder abandonar el campo.

En 1987, en el Nou Estadi, Nàstic y Júpiter empataron a tres, la labor del árbitro Ramón Buxés Ponsá provocó la ira de los espectadores y el cierre el campo por un partido.

En 1988, el Nàstic-Girona (2-2) conllevó el cierre el estadio por un encuentro, el colegiado fue el Catalán Salvador Burrueco Moreno (hizo repetir tres veces el saque inicial y a los cinco minutos amonestó a un jugador del Nàstic por perder tiempo) su arbitraje es de lo más surrealista que he vivido en un estadio.

En 2002, El Nàstic-Poli ejido (2-2), en Segunda División, provocaría el cierre por seis partidos del Nou Estadi, el árbitro fue un joven Carlos Clos Gómez.

En junio de 2014, el gallego Eriz Mata realizó un pésimo arbitraje en el campo del Llagostera evitando el ascenso a Segunda de los granates.

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