viernes, 19 de febrero de 2021

 

Carlos Albarrán en un partido de pretemporada ante el Valencia.

El redimido Carlos Albarrán.

Luego de publicar el artículo del sábado después de presenciar el partido entre el Andorra y el Nàstic me asaltaron (como a los turistas que paseaban por  el Raval) ciertas dudas. A veces sucede que uno no acierta a explicarse, tiene el concepto en la  cabeza pero no ha sabido encontrar el vehículo para expresarlo con lucidez. El equipo de Seligrat no realizó tan mal partido como pudimos presuponer por su timidez ofensiva.

En Andorra el Nàstic buceó en el mar del catenaccio del calcio o incluso del combinado argentino cuando manejaba la nave Bilardo para yuxtaponer zagueros con pivotes y carrileros  formando una tupida red que atrapaba a los jugadores andorranos. Decía en mi crónica que faltó más armonía y música de percusión en el área local, porque un mal remiendo en la red defensiva podía costar el partido, que finalmente no fue porque Albarrán redimió todos sus pecados anteriores con un centro-gol que pescó un punto.

El Nàstic fue cauto, no quiso correr riesgos y con la perspectiva de una semana y con una jornada de coito interruptus el miércoles con resultados a favor de los granates que le propulsan más cerca del objetivo del primer ascenso a la Primera División de  la RFEF, pues quizás si, nuestro análisis no fuera el más acertado. 

Apostar por el espectáculo es siempre agradecido pero los consejos de administración de los clubes y los aficionados quieren resultados. Acepto, por este lado, la propuesta de Toni Seligrat aquello de que 'mica en mica s'omple la pica'. Entono  desde aquí el mea culpa y digo: lo siento mucho, me he equivocado. No volverá a ocurrir'.

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