El mural de la gratitud
Foto de recuerdo de jugadores y familiares 'bicentenarios'.
Los periodistas, dicen, debemos poner siempre la emoción en cuarentena, sellar el corazón y darle vía libre al cerebro. Hoy me permitirán que me salte el código ético (los políticos se lo pasan por el forro sin pedir permiso a nadie) porque quiero hablarles de un acto sencillo pero cargado de emoción que se ha celebrado en la Sala-Bar Museo del Gimnàstic en las entrañas de la tribuna del Nou Estadi. Se ha inaugurado el mural de la gratitud, el mural del reconocimiento, el mural que encierra una catarsis entre afición y jugadores. Con motivo del centenario de la sección de Fútbol, el presidente Josep María Andreu ha inaugurado el mural de los Jugadores Bicentenarios (quienes han logrado jugar más de 200 partidos oficiales con el Nàstic).
Suman 31 futbolistas, algunos que ya no están entre nosotros, pero casi todos han estado representados por familiares, porque se sienten parte del club y el club se sentía en deuda con ellos. Con su entrega y fidelidad (para llegar a bicentenario hay que mostrar tanta fidelidad como los matrimonios de antaño) han hecho posible que la llama centenaria del viejo Nàstic no se haya apagado.
Pararse ante el mural y repasar las 31 fotografías significa realizar un viaje a la nostalgia, a un pasado que nos tuvo amordazados pero que el Nàstic sirvió de lenitivo para curar las heridas de la dictadura. Recordar tarde gloriosas, goles memorables, regates imposibles, sueños realizados (tal vez a medias). Allí están viendo pasar el tiempo aquellos que vistieron la camiseta de ídolos. Lejanos en el calendario como Wenceslao, rudo defensa que hubiese sumado más partidos de no mediar la guerra; o Andreu Catalá, jugador fino, elegante, técnico y líder de toda una generación; o la zurda de oro de Camilo Roig; o Valero Serer, sinónimo de gol; o Cinto López, un extremo goleador y una extraordinaria persona; o la temible defensa Llobet (el tigre), Aguilar, Gascón con el lema de puede pasar el balón...pero nunca el jugador; o los laterales diestros Ángel García, uno de los primeros en subir la banda y Manolo Parejo, empecinado marcador; o los tres laterales zurdos que macaron época: Grácia, potente, Santi Coch (470 partidos de Liga) y Pani, incansable; o Cunillera que podía jugar de central o delantero centro. Los interiores Bañeras (zurdo) y Martínez (diestro) que tenían una pierna de seda.
Y los porteros Rubén Pérez que ayudo a devolver el equipo a Primera y Palomo que ganó una Copa de la Liga; la polivalencia de Menchi, la serenidad de Rubio, la pierna cambiada de Parés, la elegancia de Masqué, la increíble regularidad de Grabulosa (nunca jugaba mal), la habilidad de Codina, la seguridad de Quique García, la maestría de Pinilla, el carácter de Oribe, la espectacularidad de Toni Torres, la porfía de Chus Serrano, la anticipación y el juego aéreo de Eloy Pérez, o el dribling endemoniado de Santi Palanca.
A todos ellos gracias por lo que fuisteis, gracias por seguir amando al Nàstic y gracias por ayudar a empujar todos juntos al equipo hacia el objetivo de la temporada: el retorno a la Segunda A.
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