sábado, 18 de julio de 2015




Local social del Club Gimnàstic que permaneció abierto hasta 1979.

      Creo recordar que fue el yugoeslavo Miljanic quien pronunció la célebre frase: 'fútbol es fútbol'. Y es que el fútbol encierra toda una liturgia difícilmente inteligible para quienes no sean practicantes de dicha religión. Otra frase que leí hace un par de meses, atribuida a cierto entrenador inglés me pareció todo un ejercicio de buena praxis, 'si no puedes apoyarnos cuando perdemos, no nos apoyes cuando ganemos'. 

      Todo este preámbulo viene a colación porque acabo de leer la carta de despedida de un buen jugador tarraconense Marc Carrasco que ha cerrado un ciclo de veinte años como futbolista de Tercera y Segunda B, cumpliendo siempre en todos los equipos en los que militó (Reus, Vilanova, Teruel, Morell, Prat o Mahonés). Marc qué  ha empezado una nueva tarea de segundo entrenador del Morell que dirige Joan Antoni Pallarés, concluye su carta abierta con esta frase que encierra en si misma toda una filosofía: 'el fútbol es la vida; el resto son sólo detalles'.

      La comparto. En un mundo en el que absolutamente todo lo hemos banalizado, entronizar el fútbol como una referencia de vida no es ninguna herejía y si se canalizan unos sentimientos hacia la fidelidad a un club, me parece un ejercicio plausible. El fútbol ha cambiado, ha evolucionado (menos los dirigentes de la RFEF con Villar a la cabeza), el fútbol ha dejado atrás el primitivismo donde casi todo estaba permitido y ha logrado reinsertar a los aficionados acotándoles sus acciones.. 

     Mis primeros recuerdos de pie en las gradas de la Avenida Catalunya con el Nàstic anclado en la Tercera División son en blanco y negro porque la vida tenía poco color entonces, el fútbol era un sucedáneo de libertad en un país amordazado (uy¡ a qué me recuerda?),  aquellos partidos del Nàstic con los goles de Serer, López o García Ramos, las entradas de Pepe Gracia o Ángel García y las paradas de Vilanova o Rovira nos parecían maravillosos y quizás si los pudiéramos rebobinar y revisarlos les veríamos los defectos que entonces nuestra mirada infantil no descubrían; aquel partido que durante la semana, en el patio del colegio, lo estirábamos como un chicle para que nos durara hasta el siguiente domingo. 

     El aroma de la  tarde de domingo era inconfundible a Soberano, a faria, a linimento que salia por la ventana de los vestuarios, con el transistor pegado a la oreja y la mirada oblicua hacia el terreno de juego y al marcador Simultaneo Dardo. Las informaciones en la prensa se resumían en las crónicas del lunes (Lean y Mundo Deportivo y los martes (Diario Español y Diario de Barcelona). Y a pesar de la aridez informativa del Nàstic para nosotros el 'fútbol era vida; los exámenes detalles'.  Ahora la información a través de las redes sociales sale a borbotones y en ocasiones se hace indigesta.

    En aquellos tiempos los debates más encendidos sobre el Nàstic se producían en los bares, el Avenida, el Gol, el Leman o el Local social del Gimnàstic (ver foto), eran discusiones cara a cara posicionándose hacia tal o cual jugador, pidiendo la cabeza del entrenador. Ahora los debates los construimos de forma más artificial a través de Twitter, Facebook, Wasap o en tertulias radiofónicas y en ocasiones tergiversamos la realidad u opinamos sin base ni fundamento provocando una intoxicación sin prever el daño que se pueda ocasionar. 
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