jueves, 10 de diciembre de 2015

 

    El fútbol como le viene ocurriendo al cine o al teatro está padeciendo una fuga de espectadores a pesar de que Javier Tebas quiera disfrazar las cifras mezclando churras con merinas a la hora de contar asistentes a los recintos deportivos. El Nàstic está en la zona media de la Liga Adelante, es el onceavo equipo con mejores registros de público. En las ocho jornadas disputadas en el Nou Estadi acudieron 48.000 espectadores, un promedio de 6.000 seguidores por partido menos del 50% del aforo, y prácticamente el guarismo de socios de que dispone el club. 

        Que causas podemos encontrar para explicar esta desertización de los estadios, salvo raras excepciones?. Varias. La principal el acomodo en que vivimos, el apego por lo que sea más simple, la necesidad del confort y la huida de las situaciones estresantes. Ahora el fútbol nos lo sirven en casa y a la carta. Basta con sentarse en el sofá en zapatillas, el vaso sobre la mesita y el mando en la mano. La TV nos trae el campo de fútbol a casa sin el agobio de las colas para entrar y salir, sin los nervios para encontrar aparcamiento, pudiendo regular la temperatura del salón (calefacción o refrigeración), en ocasiones sin aguantar al vecino pesado de localidad y con la enorme suerte de poder ver las jugadas repetidas y despejar dudas.

     Además aunque el Nàstic sea el tercer club de la Liga Adelante con los abonos más baratos, sale más económica la suscripción a la plataforma de Moviestar que ser socio de un club. El éxodo de espectadores de las gradas es evidente, en cambio el share de los partidos televisados está ofreciendo cifras muy estimables. Claro que a todos los clubes les quedará siempre la fiel infantería que continuará alentando al equipo pasando frío, calándose cuando llueve o sudando no la camiseta, sino la camisa en las tardes estivales.

     El fútbol ha evolucionado desde aquel esnobismo que a principios de siglo XX enamoró a unos pocos, y que luego convirtieron en un juego que pronto pasaría a denominarse deporte, pero desde hace unos años aquel bendito football, como lo llamaban nuestros antepasados, se transformó en un espectáculo que lo hizo un negocio. El romanticismo se está marchitando porque esta pérdida de espectadores no erosiona las posibilidades presupuestarias de cada entidad porque queda compensada por los casi cinco millones de euros que la Liga abona a cada equipo de Segunda División.

       El presidente de la FCF, el recordado Antoni Puyol en cierta ocasión me contó esta anécdota. Cuando a principio de los sesenta era presidente del CF Iberia en la Tercera División en su campo de Santa María del Port se enfrentó al Martinenc en un derby barcelonés que reunió a 5.000 espectadores colgándose el cartel de: no hay billetes. A finales de los noventa se repitió el match pero en la Preferente (aún no existía la Primera Catalana)...y se vendieron solamente 25 entradas. Y ya decía el señor Puyol, el fútbol regional es un enfermo terminal.
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