miércoles, 30 de marzo de 2016



 Ojalá se puede repetir esta imagen dentro de un par de meses.

   El fútbol es un enorme generador de ilusiones, esperanzas y sueños; a veces son evanescentes y se diluyen como el humo de las chimeneas de Repsol, otras en cambio logran solidificarse y se convierten en un monolito que se perpetúa, como sucede en la película de Kubrick '2001: Odisea del Espacio'.  Percibo que la humareda que envuelve al Nàstic ha iniciado el proceso de mutar el gaseoso en sólido.

     Hay futbolistas que tienen la suerte de pertenecer a una generación que deja un legado a futuras hornadas de jugadores.  Es el caso del primer ascenso a la máxima categoría del fútbol nacional en la temporada 1946/47, plantilla corta, de racionamiento como las cartillas, que con 15 jugadores se logró la proeza y su legado se mantuvo intacto casi sesenta años hasta que una nueva promoción de futbolistas logró la temporada 2005/06 el regreso, plantilla larga como la lista de Schindler, compuesta por 27 jugadores que recogieron el legado.

      El Legado sigue latente, agazapado esperando otra nueva generación de futbolistas que lo pueda resucitar. Resulta curioso observar como el impulso para el salto fue corto en ambos ascensos, dos temporadas en Segunda y aterrizaje en Primera. Ahora en el estreno en la Liga Adelante el equipo ha comenzado a gravitar sobre el eje del ascenso y algo que no se puede medir, ni pesar, las sensaciones fluyen por un torrente de positividad.  Creo que el karma esta temporada viste de rojo y blanco. 

        Y pensar que este apasionante viaje de lo desconocido al paraíso, a la gloria, arrancó con la vil e injusta derrota en Llagostera...'Cuando la vida te presente una razón para llorar, demuéstrale que tienes mil y una razones para reir'.

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