miércoles, 26 de abril de 2023

 


El aragonés Antonio Monter Solans, protagonista en el Estadio Balear.

Una recomendación, para leer sin prejuicios este artículo deberíais de colgar la camiseta de vuestro equipo en el armario. Ante todo puedo afirmar que no existen contubernios masónicos para perjudicar a determinados clubes, los árbitros juzgan y se equivocan como los delanteros que fallan un penalti. Cierto que los grandes clubes se pueden beneficiar de los errores pero esto sería otro debate.

Cuando se reemprendió la Liga española bajo el franquismo la temporada 1939/40, los árbitros (muchos con profesiones humildes y pocos estudios) se sacaron un sobre sueldo ejerciendo como trencillas los domingos. Insultos, vituperios, agresiones y supongo que algunos influyendo en algunos resultados por pasta ante la ceguera de la dictadura. De hecho Franco lo que quería es que no hubiera altercados en los campos de futbol para preservar el control social.

Puedo asegurar que de siempre el Comité Nacional de Árbitros ha sido un bunker oscuro y cerrado administrado por elementos afines a la dictadura, recordemos a Escartín, Pardo Hidalgo o el ínclito José Plaza.  La escasa transparencia del mundo arbitral desembocó en la purga de 1975 cuando salió a la luz el caso Camacho (arbitro adscrito al colegio madrileño) que implicaba a una docena de colegiados con prácticas corruptas de Primera, Segunda y Tercera (aun no existía la Segunda B), en 48 hora fueron depurados y el Comité pensó que se había cerrado la herida y restituido la honorabilidad del colectivo.

A inicios de los ochenta con la entrada de Vicente Acevedo en la vicepresidencia del Comité se reorganizaron las designaciones, se eliminaron las recusaciones y se hizo un lifting  al entorno arbitral rejuveneciendo a los árbitros de categoría nacional aunque los quistes seguían dentro. Entonces se decidió internamente calificar a los árbitros de categoría nacional como palomas (los caseros) y gavilanes (los anti-caseros). Si un club disponía de un buen equipo y tenía buena relación con el designador que le colocaba gavilanes en los desplazamientos y palomas en tu Estadio pues igual podía sumar al final entre ocho o diez puntos mas (entonces las victorias solamente asignaban dos puntos).

Ahora la aparición del caso Negreira ha dinamitado todos los puentes y el fantasma de los arbitrajes premeditados ha saltado por todas las esquinas; los medios de comunicación han echado gasolina al fuego y los aficionados denuncian robos en todos los partidos.  Aferrarse a los errores para justificar una derrota es una parte del guion de presidentes y entrenadores para alegar, ante sus aficionados, las malas gestiones, planificaciones o los malos planteamientos de los partidos. Sin árbitros no se podría practicar el futbol; y con mis cincuenta años de experiencia periodística les puedo garantizar que ningún trencilla sale de casa con instrucciones para perjudicar o favorecer a un equipo en concreto.

El árbitro Antonio Monter Solans (paloma), le anuló un gol al Nàstic en el último minuto (si, hubo roce con el guante, pero el colegiado desde el césped no pudo apreciarlo), Monter concedió en la jornada 5ª en el Nou Estadi un gol a Guillermo Fernández en fuera de juego que supusieron los tres puntos para los granas.  Ladrón fue el Dioni que robó un furgón blindado, no el delantero del Atlético de Baleares que nos marcó tres goles por errores defensivos de los tarraconenses.

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