El Nàstic se gripa

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La segunda vez que el Nàstic jugó en Torrent, en esta salió derrotado.

    Gripar es una especie de bloqueo o agarrotamiento que suelen padecer los motores; a veces el gripado no es constante sino que se produce con alternancias, vaya como le ocurre al Nàstic que cuando parece que ha arrancado y el motor está en las revoluciones justas, zas se gripa y el engranaje traquetea y se detiene. La solución requiere pasar por el mecánico y substituir las piezas defectuosas por otras y la maquinaria funcionará con la precisión de un reloj suizo (que la nación helvética no solamente se la conoce por sus cuentas bancarias).  El único problema grave de un gripado es que te deje tirado en la mitad de la tabla clasificatória y no encuentres la asistencia en carretera que te permita llegar a tiempo a tu destino, o sea al play-off.

   Perder jugando mal, adoleciendo de fe y mostrando una preocupante endeblez ofensiva, es para preocupar, merece una seria reflexión por parte del cuerpo técnico. En el fútbol el comedimiento, el equilibrio y la perspectiva son compañeros de viaje idóneos, pero la crítica ayuda a fortalecerse y el equipo necesita ahora mucha autocrítica y una enorme dosis de autoestima, y por que no una dosis más de agresividad. Tal vez no toca realizar el fútbol de encaje de bolillos, de arte plateresco, de pinceladas de Antonio López, quizás se ha de homogeneizar más el juego, armar mejor la ayuda entre líneas y percatarse de que la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta y que quizás es mejor la brocha que el pincel. 

    Nada ya es fácil en el fútbol, las diferencias se han acortado tanto que lo preferible es adquirir distancia de puntos en cuanto se pueda porque sino al final toca sufrir. El equipo necesita estirarse en el diván y contarle al psicoanalista sus miedos, sus carencias y sus miserias; lástima que no se pueda comprar un GPS que indique el camino a seguir para llegar a la meta del gol. El domingo a las doce el Olìmpic, solo vale la victoria.