Fútbol y felicidad
La locura en el fútbol suele ser pasajera, la felicidad eterna.
Años después de haber ganado la Selección Argentina el Mundial del 78, organizado por la dictadura del general Videla para que pudiera seguir ejerciendo de dictador con toda impunidad, le preguntaron a César Luis Menotti cual había sido la clave para lograr la Copa del Mundo, el flaco dejó unos segundos de silencio y respondió: la felicidad, la felicidad de toda la selección de poder defender los colores nacionales, y la felicidad que podían brindarle a todo un pueblo amordazado por la junta militar.
La felicidad es un estado de ánimo que supone una satisfacción, pero no deja de ser un concepto subjetivo y relativo. El fútbol conjuga fielmente los antagonismos: el sábado en la media parte del enfrentamiento con el Numancia se palpaba un sentimiento de frustración y al término del encuentro el sentimiento era de felicidad. La tarea de Juan Merino debe de ser el dosificar la felicidad en pequeñas cantidades durante la semana para que dure hasta el domingo.
Decía Domingo Balmanya exjugador del Nàstic y exseleccionador Nacional, 'si tienes miedo a perder, perderás'. Porque el fútbol suele ser equitativo: ganas, empatas o pierdes, pero es bueno no olvidar esta gran frase 'cuando pierdas no te fijes en lo que has perdido, sino en lo que queda por ganar'.
El domingo en La Romareda hay que salir imbuidos de felicidad, siendo felices jugando y regalando felicidad a los aficionados. Dicen que caerse está permitido, pero levantarse es obligatorio. El fútbol es un juego simple que nosotros mismos complicamos, consiste en apertura y cierre de espacios. A través de la horizontalidad buscar la diagonal para encontrar la verticalidad definitiva.
Que la felicidad reine en cada hogar grana hasta el domingo y que, si se puede, perdure una semana más hasta la visita del Córdoba, pero recuerden una frase de Vujadin Boskov, 'ganar es mejor que empatar, pero empatar es mejor que perder'.
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