martes, 28 de febrero de 2017

Juan Merino en su etapa de técnico del Real Betis en Primera.

   Vaya por delante que solamente he hablado con él en tres ocasiones, pero acostumbrado a los discursos tópicos, asépticos y aburridos de los entrenadores me sorprende la plática de Juan Merino Ruíz: didáctica, honda, humilde, cuerda, honesta y crítica. Después de escuchar el lunes sus declaraciones a Marta Bonillo en TAC12 me pareció oportuno dedicarle la entrada intersemanal en el blog y más hoy que se celebra el Día de Andalucía y Juan Merino es natural de la Línia de la Concepción.

  Como jugador llegó a disputar 352 partidos de Liga con el Betis repartidos entre la Primera y Segunda División siempre como defensa lateral diestro o medio defensivo. Poco favorecido técnicamente Merino fue un jornalero del balón, 'tenía que estar al 150 por cien para jugar, cuando otros jugaban estando al 80 por ciento', comentó en cierta ocasión. Su esfuerzo, su entrega y su humildad le hicieron imprescindible durante doce temporadas. 

  Merino llegó al Nàstic con el listón muy alto (Vicente Moreno se marchó con un sobresaliente debajo del brazo), pero con un mensaje diáfano para la plantilla: había que encontrar la humildad, porque Merino proviene de un ambiente muy humilde y es de bien nacidos no renunciar nunca a sus raíces.  Ofreció trabajo, corazón y más trabajo.

  Sus alineaciones de salida provocaron desconcierto, desde la tribuna de prensa no acabamos de entenderlas, pero quienes debían entenderlas son los jugadores y así lo hicieron. Merino quiere proyectarse en cada jugador en lo él mejor sabía hacer no rendirse, batallar sin descanso, llegar al vestuario y no tener fuerzas ni para desatarse las botas. 

   Juan Merino sorprende porque no se esconde en hablar del estado de forma de sus futbolistas, en ofrecer un discurso cohesionado, justificando sus onces pero sin concesiones, valorando el estado físico de cada jugador y sin perder nunca de vista el objetivo: la salvación. Merino busca que sus peones puedan ejercer de capataces y que los arquitectos sean capaces de trabajar como obreros. La socialización del fútbol como requiere la Segunda División.

   En mi larga vida de pareja de hecho con el Nàstic he tratado a 37 entrenadores y me encontré con encantadores de serpientes, vendedores de humo, ególatras, incompetentes (más de uno y de tres),  lameculos, despreocupados, y naturalmente otros capacitados, buenos estrategas, listos, amigos de la prensa, honrados y trabajadores, pero con la claridad, el valor de la autocrítica, el discurso llano y la valoración primordial de la humildad...les puedo asegurar que Juan Merino es único.
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