jueves, 9 de febrero de 2017

Más que a San Magí o Santa Tecla, encomendémonos  a San Achille Emaná.

     (Ante todo mi más profundo dolor por el repentino fallecimiento la pasada madrugada víctima de un infarto  de la concejala de Deportes de l'Ajuntament de Tarragona Maria Isabel Negueruela  a la edad de 49 años Sit tibi terra levis)

      En el umbral de la jornada veinticinco de la Liga 1,2,3, conviene detenerse y desplegar una mirada panorámica al entorno del Nàstic. Un colista consolidado que ha sorprendido por su racha antinatural, de rozar la Primera a rozar la Segunda B. La dulzura de la pasada temporada se ha transformado en una avinagrada amargura. Ahora mismo se palpa la duda, la desconfianza, la falta de argumentos para la ilusión, la espera de un milagro que reaviva la esperanza. 

     Es tiempo de urgencias de no tropezar más de la cuenta, de hurgar en lo positivo y rechazar lo negativo, de olvidarse de los árbitros (No culpes al karma de lo que te ha pasado por gilipollas, película de Maria Ripoll nominada a los Goya) y amordazar el pesimismo. La tarea se antoja titánica,  imposible si lo argumentamos con estadística en mano. Pero siempre hay que confiar en el resquicio de la esperanza.

    De aquí al final hay que graduar las críticas, bajar el tono de la confrontación interna y guardar para junio las reprobaciones, las gestiones erróneas y las decisiones fallidas. Es hora, a partir del sábado, de cerrar filas con el equipo, presionar desde la grada, dar la sensación de que todo marcha bien. El Nàstic más que nunca necesita del respaldo social, crecer en la autoestima, acelerar las pulsaciones sobre el césped y enfriar la cabeza. Las excusas al contenedor amarillo y asirse a los jugadores que componen la plantilla...No hay otra.

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