miércoles, 22 de marzo de 2017

 
Un campo de fútbol jamás debe convertirse en un ring.

    El fútbol nació en la segunda mitad del siglo XIX, a inicios del siguiente siglo pasó a ser un deporte que a mitad del mismo se convirtió en un espectáculo y a comienzos del siglo XXI lo hemos transformado en un negocio. Ahora el objetivo radica en alcanzar un buen contrato profesional, pero tal vez obsesione más a los progenitores que a los propios chavales.

     Llevo unas semanas avergonzándome como periodista que informo del fútbol desde los veinte años (o sea cuarenta tacos como periodista deportivo) viendo imágenes reprobables, indignas y bochornosas de espectadores (la mayoría de veces padres y porque no, alguna madre) protagonizando acciones agresivas en partidos de base o de categoría regional. 

        En el pasado mes de setiembre la árbitra Marta Galego suspendía un Valls-Cambrils por la actitud machista de un espectador; en enero en Canarias se paró un encuentro por la brutal pelea entre dos padres mientras se jugaba el Telde-Guía de juveniles (ver foto); en febrero en un partido de benjamines de la territorial madrileña un joven colegiado fue agredido y trasladado a un centro asistencial.  Pero la gota que colmó el vaso sucedió el pasado fin de semana en que tuvo que suspenderse el partido de infantiles de la territorial balear entre el Alaró y el Collerense por una batalla campal entre los padres de los dos equipos.

       Tampoco ayudó mucho a fomentar el espíritu deportivo la actitud del Barça que hace unas semanas solicitó la presencia de los Mossos de Escuadra en un partido de cadetes en el campo de La Floresta. La culpa no es ni de los entrenadores, ni de los clubes, ni de los árbitros, ni de los jugadores (hablamos de base), es solamente de los padres (no todos) que no aceptan las pocas aptitudes de sus hijos y sueñan en que triunfen para que les saquen de las miserias de su vida laboral.

      El fútbol se compone de múltiples ingredientes: pasión, ilusión, esperanza, diversión, tensión, incertidumbre, nerviosismo...pero lo que nunca debe aparecer es la intransigencia, la cerrazón, el insulto, la violencia y el odio. Conviene que todos reflexionemos y tengamos la madurez para ser objetivos a pesar de que la objetividad no acompañe los resultados de nuestro equipo. 
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