domingo, 8 de octubre de 2017

Buen debut de Bernabé bajo los palos, pero con la desgracia de la lesión.

      Vaya por delante que el partido del Heliodoro Rodríguez lo vi a trozos; la boda del hijo de un amigo nastiquero de raíz fue la causa. Hoy por honestidad no puede haber el uno por uno y el comentario ha de ser muy superficial porque no dispongo de argumentos sólidos para analizar el encuentro. Lo cierto es que al equipo parece que le ha mirado un tuerto sino no se entiende tanta desgracia.

      Aguantar sesenta y cinco minutos con el marcador a cero ante uno de los mejores rivales de la Liga tiene su mérito, otra cosa es que el Nàstic fuera incapaz de llegar a puerta, de disponer de ideas ofensivas y tampoco se le vio capaz de meterle el miedo en el cuerpo a los chicharreros.

     Decía lo de la mirada del tuerto porque se han cebado con el equipo un rosario de situaciones negativas: suspensión del partido del pasado domingo; ausencia de dos pilares del equipo por deberes con sus selecciones; lesión del meta Bernabé que estaba cuajando un excelente partido; expulsión de Suzuki y otra vez dos pérdidas de balón (con tanta perdida habrá que recurrir a Evax) infantiles que propiciaron los dos goles, la baja por la cláusula del miedo de Omar y la inoperancia de cara al gol.

      En los minutos que vi de partido tal vez unos cincuenta o sesenta a intervalos no observé ninguna llegada del Nàstic, preocupante. Ahora toca no perder los nervios y centrarse en el partido del miércoles ante el Granada. En la boda había mucha expectación y a falta de media hora todos dábamos por bueno el empate. Pero en la Liga 1,2,3 los errores se pagan muy caro, el rival no suele desperdiciar los regalos. Toca remar todos juntos y en la misma dirección. Al final todos gritamos ¡Vivan los novios Marta y Antón¡, pero no pudimos gritar ¡Viva el Nàstic¡ porque en Tenerife estuvo más muerto que vivo.
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