martes, 1 de enero de 2019


Edgar Badía más de 180 partidos con el Reus, se vio obligado a denunciar.

Invertir en el futbol puede salir rentable siempre que exista un proyecto sólido. Joan Oliver llegó al Reus a finales de 2013 logrando su objetivo ede ntrar en un club de perfil modesto, hacerse con suma facilidad accionista mayoritario (94%) y ser sin oposición Consejero Delegado manteniendo, como hombre de paja, a Xavier Llastarri en la presidencia. El ex director de TV3, titulado en economía y periodismo. precisaba de un rápido ascenso del equipo rojinegro a la LFP y que el Ajuntament de Reus prestara su colaboración (cosa que ningún alcalde de la capital del Baix Camp hizo desde la recuperación de los ayuntamientos democráticos), Oliver pretendía una cesión de las instalaciones con un aumento de la capacidad del Camp Municipal y permitirle crear y gestionar una zona comercial (algo similar a lo que el Espanyol ha hecho con Cornellá-El Prat).

Mientras la vida económica, institucional y social del Reus Deportivo estuvo plagada de minas en el plano deportivo en dos temporadas logró por vez primera el ascenso al futbol profesional, pero la proeza ya arrastró un déficit de 250.000 euros en el primer curso y cerca de medio millón en la temporada de la llegada a la Liga 1,2,3. El éxito estuvo en el plano deportivo, Nacho González impuso un estilo de juego que después supieron mantener Aritz y ahora Bartolo. Siete de los jugadores del ascenso estaban en la nómina del club al empezar la temporada actual. Y otro gran culpable de la buena marcha fue Sergi Parés, uno de los mejores directores deportivos de la categoría, que acertó en casi todas sus apuestas.

Oliver, desde su torre de marfil, creyó que los más de cinco millones y medio que llegarían de la Liga junto a traspasos de jóvenes jugadores portugueses que le hacía llegar Mendes o su equipo de colaboradores generarían un buen negocio y que el alcalde Pellicer le rendiría pleitesía. Nada más lejos de la realidad: Oliver se vio obligado a pagar el alquiler del campo, tuvo que llevar a cabo pequeñas reformas en el Camp Municipal y su idea de alcanzar los 5.000 abonados se quedó en menos de la mitad. Además la LFP le multó por deficiencias no reparadas.

A partir de ahí se inicia una política oscurantista con la compra de un equipo chino, la amenaza de llevarse al equipo a Riudoms donde se construiría un estadio y un considerable aumento del déficit sin justificación, además de haber aumentado las cuotas de los abonados. Tebas comienza un férreo marcaje a las cuentas del Reus y le tira para atrás las auditorias de marzo y junio de 2018. Oliver empieza con sus fantasías de que está a punto de vender el club, pero desde la Liga salen al paso diciendo que hay una deuda de más de cinco millones de euros.

La temporada 2018/19 la inicia el Reus con un número limitado de fichas profesionales y cinco jugadores sin poder inscribir. En noviembre se sabe que la SAD debe tres mensualidades y en el mes de diciembre se precipitan los acontecimientos abocando al club a la desaparición después de 109 años  de vida.

Y llega el último capítulo. La desvergonzada rueda de prensa conde Oliver echa balones fuera y culpa de la situación a: el gobierno chino por el cambio de fiscalidad con el deporte profesional, al Ajuntament de Reus por no haberlo ayudado económicamente, a la LFP por perseguirlo y amenazarlo y a los jugadores por sus denuncias. Ni un ápice de autocrítica. 

Joan Oliver es el gran culpable, curioso un periodista que no ha sabido comunicar y un economista que no ha sido capaz de gestionar, por la poca transparencia en su gestión.
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