jueves, 16 de octubre de 2014




     El fútbol desde sus comienzos a mediados del siglo XIX ha experimentado significativas metamorfosis que le han convertido en lo que es ahora: un espectáculo capaz de enamorar a miles de millones de espectadores. Una de las grandes transformaciones que ha sufrido el fútbol de proximidad es que está al alcance de cualquier persona a través de la TV, la tablet e incluso el móvil. En el siglo XXI todo o casi todo está al alcance de todos o casi todos. Ahora cada espectador puede ser un crítico activo, un competidor (desleal) de los medios de comunicación, todos saben de fútbol como los tertulianos de las emisoras de radio qjue dominan (o por lo menos se lo creen) todos los palos, todos pueden vilipendiar e insultar impunemente desde una cuenta de Twitter, de Facebook o con un WhatsApp.

Antes el oráculo grana ejercía sus funciones desde la barra del Bar Gol, jugando una partida de dominó en el Bar Avenida, al set i mig dentro del bar Quatro Torres, o apurando un Martini en el Xaloc o en la terraza del Leman, pero aquellos sermones tan vehementes como lel de un párroco de pueblo, aquellas críticas viscerales que repartían improperios hacia los jugadores a los que llamaban -ignoro el motivo, paquet, o contra el entrenador que casi siempre solía ser un cagat, eran Palabra de Dios, tenían sólo un uso interno, no trascendían al exterior, no llegaban al vestuario. Y estos guardianes de las esencias del Nàstic, semana a semana iban escribiendo la otra historia...

Eran los años sesenta vivíamos en una Dictadura (como ahora, pero en lugar de banqueros quienes mandaban eran los militares) y no se entendía lo políticamente correcto, en un campo de fútbol se podía hacer casi todo, menos blasfemar; si aparecía un jugador negro en el equipo contrario (como Esindi cuando venía el Mataró),  la peña no hacía el primate porque por entonces algunos individuos seguían siéndolo, pero se le decía negro en tono despectivo y no se paraba el partido; si un árbitro (solían ser señores gordos, algo mayores y con cara de perdedores) era proclive a pitar contra el equipo de casa podía llevarse un par de hostias..se cerraba la herida del colegiado pero no el campo. Y desde la grada los fills de puta al contrario o algún jugador de casa descastado se podían oír desde fuera la Avenida de Catalunya. Se vivía eran de ritual; pero tenía cierto sentido, si pasabas toda la semana amordazado, castrados ideologicamente, con sueldos de miseria, lógico que los domingos te dieran una tregua de dos horas para desfogar todas tus miserias con el fútbol.

Ahora por fortuna vivimos en un estado democrático (a pesar de que nos prohíban realizar una consulta a los catalanes) y aquellas actitudes han sido cercenadas por la cordura y la educación, pero creo que nos hemos enredado con las redes sociales y a diario encendemos mechas para fustigar la concordia, crear tensión y competir con los periodistas. Desde el más profundo respeto a todos los nastiqueros, les ruego que los comentarios ácidos hacia el equipo o el entrenador no vengan condicionados por los latidos de corazón grana nada más concluir un partido. Cada día cuesta más ganar en este infierno llamado Segunda B, y los exámenes finales no son hasta mayo...Con estas lineas solo pido paciencia y prudencia.
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