miércoles, 25 de marzo de 2015


José Ángel Iribar 'el Chopo' uno de los mejores porteros del mundo.

      Lo reconozco, soy un enfermo del fútbol. Desde hace años que devoro libros de narraciones cortas (cuentos) escritos por grandes autores argentinos y uruguayos. Allí el fútbol derrama literatura, aquí escupe tópicos y frases hechas; allí el fútbol invoca a la filosofía, aquí solamente sirve ganar. La cancha, el referee, el arquero, el penal...son los referentes para cualquier escritor sudamericano loco por el fútbol como Bioy Casares, Marcelo Cohen o Alberto Fontanarrosa, quien en su relato Al pie y cortita  decía, 'no crecí queriendo ser Julio Cortazar. Crecí queriendo ser como Ermindo Onega. pero mi fracaso en el fútbol se debe a dos motivos: primero mi pierna derecha, segundo mi pierna izquierda'.  (Onega fue un volante ofensivo que jugó 11 temporadas en River)

      Uno de los cuentos que más me gustaron y que expliqué en este blog hace un par de veranos, fue el de un portero vocacional de las divisiones inferiores que ya veterano en el día más importante de su carrera...la cagó. En el último minuto atajó un penal que daba el ascenso a su equipo, un pueblo del interior, a la Tercera División y que ebrio por los gritos de la grada que coreaban su nombre, con el balón atajado, entro en su portería para recoger la gorra que se le cayó en el instante de detener la pena máxima.

     Y el domingo viendo el partido por TAC12 entre el Cornellá y el Nàstic, refresqué el cuento, no por que el arquero fallara, al contrario porque imaginé el sufrimiento de la espera domingo tras domingo. Tomeu Nadal, un año en paro competitivo, redondeó un partido enorme (en el primer gol sigo pensando que hay falta previa). El balear ha estado casi 400 días aguardando su oportunidad de volver a un partido de Liga. Ahora le tocará seguir compitiendo con Reina porque de portero sólo puede jugar uno y ambos están en estado de gracia.

      El guardameta, arquero, cancerbero, o llanamente portero, es un individuo distinto al resto, hecho de otra pasta, pasa muchos minutos aislado, sin participar del partido pero no puede perder la tensión. Su habitat son los 216 metros del área, a no ser que te llames René Higuita, el resto del terreno es fruta prohibida para el meta. Para él no existe el debate: titular o banquillo, sin la posibilidad que tienen sus compañeros de poder salir en el segundo tiempo. Él solamente accede al terreno de juego por lesión o expulsión del titular.

       En el área es el rey manda y dispone pero siempre será criticado por la afición, cuando para es su obligación y cuando falla siempre podía hacer más. Los porteros son los únicos que pueden jugar con las manos en un juego de pie, son el último baluarte, detrás de ellos sólo está el fantasma del gol. Ser portero es una ocuapción de responsabilidad y riesgo; una profesión amarga a veces, como el caso de Miguel San Román, portero del Atlético de Madrid durante 11 temporadas pero que solamente sumó 25 partidos de Liga. 

   Sea este comentario un sencillo homenaje a todos los guardametas que cada semana se disputan la titularidad, como decía el portero ruso, único ganador de un Balón de Oro, Lev Yashin, 'tienes demasiado tiempo para pensar, solo en mitad de la multitud. O te vuelves filósofo, o te alcanza la locura. A veces, ambas cosas'.
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