Infidelidades
Messi infiel en la ciudad de la Torre Eiffel.
En el entorno del futbol el mercado de verano se ha convertido en una feria similar a las ventas de esclavos del siglo XIX o en los regateos de los zocos y mercadillos. Cada vez son más frecuentes las infidelidades o los ataques de cuernos de los jugadores hacia sus clubes que les han visto crecer. Messi le ha sido infiel al Barça para acostarse con el glamour del PSG; Saúl Ñiguez hace lo propio con el Atlético y cae en brazos del Chelsea; Griezmann al sentirse ninguneado por los blaugranas ha vuelto con su antiguo amor. Kylian Mbappè no se siente maduro y no ha querido emanciparse a pesar de 200 poderosas razones.
Jamás hubiese imaginado que pudiera haber tantos futbolistas en activo y tantos cambios de club. El carrusel de idas y venidas propiciadas más que por los clubes por la manada de intermediarios ávidos en hacer caja solo conduce a un punto: la infidelidad en los sentimientos de los jugadores. Ahora al aficionado le surge un dilema: continuar siendo de un club o pasar a ser seguidor de un jugador.
Les puedo asegurar que más de la mitad de operaciones cerradas en los dos últimos días contienen nombres de jugadores que ni había oído. Si queremos que el sentimiento por unos colores perdure tal vez habría que bajar el ritmo en los cambios de cromos de la última semana de agosto. Añoro cuando podíamos memorizar la alineación de tu equipo y que en cada temporada, sin la pijada de los mercados de estío e invierno, solamente dos o tres novedades se producían en tu club.
Reivindico la cercanía, el humanismo, la fidelidad, el amor a unos colores, el valor al cariño de tu afición, el compromiso, la palabra por delante de la tentación económica. Cierto que el futbolista debe procurarse su felicidad, pero sin lesionar la felicidad de los socios y seguidores de su club, porque el futbol no lo olvidemos es una máquina de fabricar felicidad.
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