lunes, 1 de agosto de 2022


Johan Cruyff y Valero Serer, dos nueves de diez. (Foto FER-VI)

Era el domingo 23 de febrero de 1964, se disputaba la jornada 27 de Tercera División entre el Nàstic y el Terrassa en l'Avinguda de Catalunya ambos empatados a 34 puntos, al término de los noventa minutos resultado tenístico de 6-1 para los de casa. Los granas disponían aquella temporada de un equipo potente, con clase y goleador. Son mis primeros recuerdos con nueve años. Allí descubrí que Valero Serer no era un futbolista terrenal, su carisma entraba en vena y era el mago que te hacía ilusionar con su juego. 

Tres goles, tres detalles de aquel triunfo. Al cuarto de hora Serer engarza una jugada en la frontal del área, dribla dos jugadores y cuando sale el meta Tudurí, le cruza el balón; segundo destello,  seis minutos después, Marañón realiza un centro bajo y Valero en la frontal de la media luna del área logra conectar una bolea que el balón saca las telarañas de la escuadra. Último detalle, en el minuto setenta Puig saca un córner a la derecha del portero, Serer avanza tres pasos para situarse en la línea de cal del área pequeña, impulsarse un metro y medio del césped, esperar el medido centro del extremo y darla un cabezazo que lograría doblar las manos del cancerbero egarense y anotar el sexto gol.

Serer ha sido el mejor jugador de la historia del Nàstic, sin duda. Llegó de casualidad. A falta de nueve jornadas para concluir el campeonato, los granas iban últimos con 14 puntos empatados con el Poble Sec. El directivo Emilio Vives, gran amigo del vicepresidente del Zaragoza, decidió visitarle en la capital aragonesa para pedirle la cesión de Ricardo Lapetra, hermano de Carlos, una joven promesa. 

El extremo, estudiante de derecho, no quiso venir por motivo de estudios, y entonces surgió la oportunidad de Valero Serer. El ariete estaba jugando en Primera donde anotó cinco goles, el precio de la cesión se encarecía pero dada la precaria situación deportiva del Nàstic se le firmó, la diferencia la pagaría el señor Vives de su bolsillo. El equipo eludió el descenso con ocho goles del valenciano.

En abril comenzó el Trofeo Moscardó (una Copa Catalunya en tiempos del franquismo), los granas disputaron 14 partidos incluida la final que ganaron.  Serer anotó 16 goles, sumados a los dos de la final ante el Fabra Coats. A punto estuvo de no poder disputarla porque al día siguiente se casaba en Zaragoza con Dora Villacampa, al final le convencieron con una prima por gol y porque el coche de Mariano Montoro, periodista del Diario Español, al acabar la final lo llevaría hasta  Zaragoza.

En julio de 1960 firmó por dos años, con una ficha elevada pero que se la ganaba sobre el ceéped. Valero estaría 10 temporadas en el Nàstic, con el paréntesis del Reus la 1967/68, disputaría 328 partidos anotando 181 goles.  Valero era un portento físico, todo fibra, músculo y ni un ápice de grasa, parecía un jugador de acero, antes de marchar al Reus, de 294 partidos oficiales solamente se perdió 14,  ocho fueron por sanción y dos por gripe.

Valero Serer se retiró con 38 años en 1971; como futbolista dominó el juego aéreo con un prodigioso salto,  con la derecha mandaba obuses y con la zurda también anotó tantos de bella factura, ah¿ y tenia una gran habilidad para abrir espacios con los codos. Buen lanzador de faltas y penaltis. Descanse en paz el jugador más completo de la historia del Nàstic.

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