Alex López: el último mohicano
Josep Maria Andreu y Alex Lópèz dos luchadores infatigables.
Cuando un equipo anda inmerso en una dinámica negativa y está instalado en el tedio; cuando el denominador común es la mediocridad, la impotencia y la depresión difícil resulta destacar a algún futbolista. En el Nàstic hay ciertos jugadores que se han instalado en la comodidad y no pueden (o quieren) encontrar el camino de la fertilidad futbolística; otros optan por la lucha, el orgullo personal y la aportación activa hasta el final. Los mohicanos eran una tribu indígena a orillas del Mississipi que solían ser grandes luchadores, pero como los lobos eran muy solitarios un poco como Alex López de Groot es de la camada de jugadores que les podrá salir mejor o peor el partido, pero pelean hasta el último aliento y nunca se esconden; son jugadores de raza y carácter.
A sus 23 años el de Calafell, de excelente calidad técnica como ya demostró en el Reus asistiendo a Chumbi o Sergio León, le toca hacer un papel que nunca ha desempeñado: goleador en un equipo huérfano de rematadores y donde hay excesivos número de jugadores recortadores y dribladores.
Para los delanteros la ley del fútbol es muy cruel: o marcan o banquillo, pero los sistemas, las tácticas necesitan de jugadores capaces de mover a las defensas, de caer a las bandas para desorganizar la retaguardia del contrario y facilitar la tarea a sus compañeros de segunda línea. Alex que juega aislado arriba siempre procura buscar la asistencia, desmarcarse con viveza, pero sobre todo pelear por cada balón, dejarse hasta el último aliento sobre el césped. Por eso creo que la grada debería de ser más generosa con Alex López.
Tal vez si algunos (no todos) de sus compañeros se contagiaran de la intensidad, el amor propio y la profesionalidad de Alex quizás, ahora, el Nàstic no seria el farolillo rojo por utilizar un término que le será familiar al delantero grana porque su abuelo materno Daan de Groot fue un importante ciclista holandés que ganó dos etapas en el Tour y el Giro. Ah¡ solamente un pero al joven ariete, en el fútbol actual la simulación de faltas de un delantero, a la larga, le perjudican porque el árbitro puede llegar a dudar de si son reales o ficticias.
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