jueves, 31 de mayo de 2018


Resultado de imagen de Fotos antiguas del Rayo Vallecano
 Rayo Vallecano a finales de los años sesenta.

Nadie puede negar que el partido del sábado es vital para el equipo, por eso pido que en la grada haya absoluta unidad, sin resquicios para que el Nàstic tenga la tranquilidad y paciencia necesaria para hacerse con los tres puntos.

Abrimos el título de este comentario con un homenaje al poeta Miguel Hernández cuando se han cumplido setenta y cinco años de su muerte en la carcel de Alicante víctima de la tuberculosis. Nada tiene a ver con el partido del sábado pero si que me ha servido para reivindicar  a grandes escritores hispanos apasionados por el fútbol. Hernández lo fue de su CF Orihuela en el que llegó a destacar de medio centro; Rafael Albert que le dedicó un sentido poema a Platko portero del Barça; o de Camilo José Cela que llegaría a jugar de guardameta en el Sporting Vigués; sin olvidar a Miguel Delibes que fue cronista del Valladolid en el Diario de la capital del Pisuerga, y Gerardo Diego que solía acudir a los encuentros del Numancia. Punto y a parte merecen los sudamericanos Benedetti, Galeano, Borges, Cortázar o Fontanarrosa verdaderos apasionados del balompié y que llegaron a escribir grandes relatos.

Sigamos para centrémonos en el núcleo del comentario. El equipo de Michel tal vez podríamos considerarlo un Rayo que no cesa por sus regresos a la Primera División, desde 1976 lleva siete aterrizajes en la ahora conocida como Liga Santander. Un club con aroma de barrio, de campo embarrado, de rebelde con causa, que debe sus colores a unas camisetas que el River Plate les regaló en una visita a Madrid en los años cuarenta en prueba de gratitud por cederles el campo para entrenar.

Tributo al Rayo que la pasada jornada vivió el retorno a la división de honor donde compartirá protagonismo con Real (sin Zidane),  Atlético, Getafe y Leganés, primera provincia que logra acumular cinco equipos. El Rayo llega a Tarragona con los deberes hechos y con nota, y de vivir una semana de celebraciones tal como ocurría siete días antes con el Huesca. Lo que pase sobre el césped será ante todo cuestión de actitud y es que nadie puede medir y exigir el grado de talante, de predisposición necesaria en un equipo que tocó ya el cielo del ascenso con otro que se juega materialmente la vida para no caer en el infierno de la Segunda B.

Ilusiona pensar que el sábado el Nou Estadi superará los 12.000 espectadores; hay que acudir con mentalidad positiva, pero ahí van unas recomendaciones: olvidarse del tema de las apuestas; abandonar la idea de que el Rayo saldrá relajado; relegar el pensamiento pesimista de que exista una conspiración contra el Nàstic; arrinconar las imágenes negativas de otros enfrentamientos vitales; negar que podemos caer en el pozo y omitir los posibles fallos de los jugadores y apoyarles de manera incondicional hasta el último minuto.

Con la moral bien alta y con muchísimas ganas de que llegue el sábado para certificar la permanencia en una temporada harto extraña y que a partir de la próxima semana iremos desmenuzando.

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