domingo, 25 de junio de 2017

hdqZmUN

Que belleza contiene un estadio de fútbol como el de Lofotenn (Noruega)

    Cuando se cierra una temporada todos los recuerdos se guardan en el baúl de la memoria. Las cicatrices se marcan en el alma y los logros, cual trofeo de caza, se muestran con orgullo en una simple mirada. El fútbol es una manera de entender la vida, una liturgia a la que asistimos cada semana con hondo recogimiento y que después de noventa minutos se puede tornar júbilo y algazara o aflicción y quebranto.

     El fútbol es una doctrina de fe, un credo que profesamos gente de distinta ralea o condición; una religión panteista. Un estadio de fútbol es un aglutinador de sentimientos. Allí pueden convivir el político de pelo engominado de derechas, junto al de izquierdas con rastas; compartir asiento un encorbatado director de empresa junto a un parado sin horizonte; el agnóstico puede abrazarse con el católico que va comulgado al partido; cantan en el mismo idioma el gol un españolista con el pin de la bandera en la solapa y un independentista con la estelada en la muñeca; el abuelo que acompañó al hijo ahora acude con su nieto;  chicas jóvenes con la cara pintada con los colores de su equipo cohabitan con señoras que solamente ejercen de damas consortes.

    Es la grandeza del fútbol compartir desconsuelo, angustia y lamento, o deleite, placer voluptuosidad y fruición. Formar parte de un pacífico ejército de militantes del que nadie quiere desertar. Que grande que se te pongan los pelos como escarpias al oír el himno de tu equipo; que se quiebre la voz por la emoción cuando quieras cantar un gol vital; que una lágrima descienda por la mejilla cuando finaliza la angustia, el sufrimiento. En la vida un individuo puede cambiar de coche, de casa, de partido político, de mujer, de trabajo, de médico de cabecera, pero jamás, jamás abdicará de los sentimientos hacia el escudo de su equipo.

     Por eso cuando se abre el paréntesis vacacional y el fútbol queda entumecido durante sesenta días, notamos que et tiempo se detiene y los días se estiran, las horas se alargan. Y entra el estado de ansiedad hasta que la señora Liga comience a contornear su cuerpo y se desgranen las jornadas semana a semana. Fútbol, fútbol, fútbol que reclaman los altos, los bajos, lo flacos, los gorditos, los desocupados, los intransigentes, los rubios, los morenos, los albinos, los palmeros, los fanáticos, los niños de preescolar, los universitarios de Erasmus, los jubilosos jubilados, los que faenan mar adentro, los que no encuentran faena, los políticos de casa, los inmigrantes de fuera, señoritas sin pareja, militantes de peñas, jugadores de cercanías que ahora se reflejan en los que están sobre el césped.

      Fútbol, fútbol, fútbol para los que lloran en el Estadi, para los que ríen felices, para todo aquellos que han crecido, sentido, aguantado, soñado, aprendido, vivido, emocionado, derrumbado, extasiado, esperanzado o enamorado en un campo de fútbol. Para todos éstos zumbados que somos miles, millones en el mundo...que largos se nos hacen los días sin Fútbol, fútbol, fútbol.
______________________________________________________________________

Comentarios: