Futbol vintage

Marcador Simultáneo Dardo en el Municipal de Huelva, años sesenta.

Las claves del marcador Dardo, con los catorce partidos de la quiniela, final de los cincuenta.
No se si fue viendo el Unionistas-Real
Madrid por la tele o tal vez haya sido la borrasca Gloria con todas sus consecuencias
que me hayan vuelto nostálgico, ahora entiendo la melancolía de los lapones que
se pasan media vida a oscuras. He aprovechado para realizar un viaje al
pasado, en concreto al futbol de mi niñez, pero con billete de vuelta.
A veces añoro el futbol vintage.
Seguro que muchos lectores, los de menos de cuarenta años no entenderán esta reflexión,
les sonará del pleistoceno, pero necesito explayarme.
El futbol que conocí en mi infancia
cuando iba a la Avinguda Catalunya de la mano de mi padre, era muy diferente,
ni mejor ni peor, distinto. Años sesenta, amordazados en plena dictadura, el
futbol tenía un encanto especial, nos hacía sentir un poco libres, no mucho no se crean. Mostrar el carnet de cartón para acceder al
campo y que el portero lo picara ya me subia la adrenalina.
Aquellas alineaciones escritas con tiza
en una pizarra colgada en la puerta de los vestuarios; el olor a linimento y
humo de habano; los equipos que salían al terreno de juego sin el calentamiento
previo; años en que solamente se podía cambiar al portero y únicamente en caso
de lesión.
Podías memorizar las alineaciones
porque no existían las rotaciones, ni el mercado de invierno, ni las plantillas
numerosas; los árbitros amonestaban verbalmente, no había las tarjetas; el
masajista tan solo llevaba una botella con la famosa agua milagrosa y en los
banquillos se podía fumar. Los equipos vestían siempre con sus colores originales
excepto cuando coincidían completamente con el rival. Además,
uniformidad de color en todos los borceguíes: el negro.
Si querías seguir la jornada en el mismo
campo podías mirar el Marcador Simultáneo Dardo con el recorte del diario para
descifrar las claves de las firmas comerciales y el partido que anunciaban. La
radio era la fiel compañera para saber como había ido el partido de tu equipo
fuera de casa porque las aficiones entonces no se desplazaban a excepción de los
explosivos Reus-Nàstic con el trole haciendo de cordón umbilical entre ambas poblaciones.
Los colegiados solían ser
individuos bajitos, con barriga y que tenían que soportar los improperios e
incluso agresiones de los fanáticos. En la grada veías el partido de pie rodeado
de los fieles aficionados con los que te encontrabas cada quince días, era tu otra familia.
Si querías recordar la
clasificación echabas una ojeada a la grada de gol y las banderas de los equipos
estaban izadas y ondeaban por orden clasificatorio. Ah¡, recuerdos de otros
tiempos, de un futbol más romántico, sincero y sobre todo rebosante de auténtico
sentimiento.
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2 comentarios
Qué recuerdos... Yo no viví la Avenida de Catalunya, però también de la mano de mi padre me impregné de Nàstic. También recuerdo las banderas en el Nou Estadi ordenadas según clasificación. Y los primeros partidos sueltos en mi memoria, Nastic Vinaroz 1-0, Nastic-Reus 1-0, Nastic-Cordoba 1-2, Nastic-Barça Atl 1-2,... Y la pizarra con los partidos de quiniela y el del Nastic fuera de casa en una pequeño establecimiento de Rambla Vella, al lado del Sirvent. Todo era distinto, pero era más humano, más "nuestro".
ReplyAsi es bellos tiempos. Saludos
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