lunes, 24 de abril de 2017




   Equipo del Nàstic temporada 1920/21 antes de un derby contra el Reus D.    
   
Los derbis de la Ley del Talión

     Los derbis con el Reus arrancan en la prehistoria del fútbol en unos tiempos en que se imponía la fuerza a la razón. Solían ser encuentros en los que se libraban guerras sobre el césped y en las gradas. La rivalidad parecía desbordarse y la sangre sí llegaba al río.  Noventa partidos de Liga entre rojinegros y granates dan para mucho y más si tenemos en cuenta que en ellos se ha producido más de cuarenta expulsiones.

      Hasta 1936 había ciertos árbitros que declinaban dirigir los partidos tanto en Reus como en Tarragona porque solían cobrar doble, con el recibo y con el cuerpo. Colegiados como Baliu, Fabregat, Peris, Arribasl, Lizcano o Sierra sufrieron en sus carnes la pasión y el odio que cohabitaba en entre ambas aficiones.

    Les contaré tres anécdotas. En la temporada 1925/26 reusenses y tarraconenses se jugaron a doble partido el ascenso a 1º Regional. En la ida en Reus hubo empate a dos goles y el árbitro Arribas junto a varios jugadores fueron agredidos. Los incidentes fueron de tal envergadura que la FCF decidió cerrar por cuatro partidos el campo del Reus Deportivo.

    La segunda anécdota se produjo en la temporada 1932/33, el Reus venció en l'Avinguda Catalunya 0-2 y la afición local se tomó muy mal la derrota, persiguiendo a la conclusión del partido al colegiado señor Prada y a los jugadores reusenses que de manera rauda alcanzaron el vestuario, pero un empleado el Nàstic había cerrado la puerta y escondido la llave...la lamentable lluvia de golpes recibidos por los futbolistas fue épica.

    La última nos sitúa en Reus, a mitad del año 1936, el Nàstic se avanzó en el marcador antes del descanso en un partido bronco, tenso y con muchas patadas. Dado el cariz que tomaba el encuentro el delegado del Nàstic decidió en el descanso subirse toda la ropa de los jugadores al autocar y una vez acabado el match los granates se fueron corriendo directos al bus esquivando los golpes de los aficionados más coléricos y dejando con un palmo de narices a quienes les esperaban en la puerta del vestuario. En el autocar con más tranquilidad pudieron cambiarse.

   Afortunadamente hoy el fútbol está más civilizado al menos en las categorías profesionales y los aficionados (salvo alguna excepción) han tomado conciencia de que se trata simplemente de un deporte-espectáculo.
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